El perdón cristiano
Idea principal: El perdón cristiano: 70
veces 7, o sea siempre.
Resumen del mensaje: La
venganza era una ley sagrada en todo el Antiguo Oriente y el perdón,
humillante; pero, para el cristiano, la contrapartida de la venganza es el
perdón ilimitado, al estilo de Dios.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, en la
mentalidad semita, la de Jesús, el 7 es número venido de la Luna y símbolo de
perfección. Como la Luna tiene 4 fases –cuarto creciente, menguante, etc.- y
cada fase tiene 7 días, resulta que el 7 define un ciclo completo, es un número
redondo, la idea de un todo acabado. Decían los rabinos de Israel que 2.000
años antes de la creación del mundo, Dios había creado 7 cosas: la Torah (ley),
la penitencia, el edén, la gehena (infierno), el Trono de la Gloria, el
santuario celeste y el nombre del Mesías. 7 es un número que tira a divino:
Dios hizo el mundo en 7 jornadas, los dones del Espíritu son 7, la familia
macabea fue perfecta porque tuvo 7 hijos –decía san Gregorio de Nazianzo. En la
catedral de Aachen tenemos el trono de Carlo Magno, fundador del Sacro Imperio
Romano Germánico, con sus 7 gradas a honra del trono de Salomón. Delante del
Knesset, parlamento de Jerusalén, está el candelabro de bronce, de los 7
brazos, símbolo del poder total de Dios y de la plenitud de la luz, que es
Dios.
En segundo lugar, Jesús
le dice a Pedro que debe –que debemos- perdonar 70 veces 7; o sea, siempre.
Cristo sabe que el hombre es vengativo por naturaleza. A Pedro no le entraba
bien en la cabeza el perdón ilimitado de Jesús. Natural, pues en la sinagoga
oyó muchas veces que a un judío se le perdona hasta tres veces, pero a un
extranjero nunca. Y también oía que a una mujer se le perdona una vez, cinco a
un amigo. Se siente, entonces, generoso y pregunta a Jesús si se puede hasta 7
veces. Para tener fuerza para perdonar tenemos que contemplar muchas veces a
Dios que siempre nos perdona. Es más, tenemos que pedirle un trasplante de
corazón y una infusión de su Espíritu de amor en el alma. Si no, imposible.
Jesús se pasó toda su vida perdonando. Y nos ofreció el sacramento de la
reconciliación donde encontramos el perdón de Dios, siempre, a todas horas, sin
límites. Basta que estemos arrepentidos y con propósito de enmienda.
Finalmente, ¿y
nosotros? Tenemos muchas ocasiones, en la vida de familia y de comunidad, en
las relaciones sociales y laborales, de imitar o no esta actitud de Dios
perdonador. Los padres tienen que perdonar a los hijos su progresivo despego,
su resistencia y sus trampas. Los hijos tienen que perdonar a sus padres el
egoísmo, su autoritarismo, su paternalismo, su incomprensión. El marido a la
mujer el que no valore su trabajo, no respete su fatiga o le irrite con
pretensiones descabelladas. Como la mujer al marido su incomprensión de las 60
horas laborales en la casa –él que tiene sólo 40-, sus faltas de sensibilidad
afectiva, su ceguera, diaria y defraudadora de ilusiones, para el detalle. Que
los seglares perdonen a sus sacerdotes los extravíos, su ignorancia para ayudar
y comprender, su pesadez al hablar. Como el sacerdote debe perdonar a los
fieles sus espantadas del templo, sus inapetencias religiosas, incluso su caso
omiso a la palabra de Dios. Y así el patrón al obrero y viceversa, el
gobernante a los súbditos, los discípulos al profesor…y siempre viceversa.
Todos a diario 70 veces 7.
Para reflexionar:
¿Realmente somos conscientes de lo que rezamos en el padrenuestro, esa oración
“peligrosa”? ¿Tenemos un corazón magnánimo, fácil en perdonar? Si el hijo
pródigo, al volver a casa, se hubiera encontrado con nosotros, en vez de
encontrarse con su padre, ¿hubiera terminado igual la historia? Si no
perdonamos fácilmente, ¿no será que nos acercamos poco al sacramento de la
reconciliación? El que se sabe perdonado, perdona más fácilmente. Cuando
perdonamos, ¿es como si tirásemos una limosna, “con aires de perdonavidas”, o
por el contrario, queremos imitar el perdón de Dios?
Para rezar:
Señor, quiero contemplar tu corazón siempre dispuesto a perdonar para aprender
de ti. Señor, hazme un trasplante de corazón o ponme un marcapasos para que
perdone al ritmo tuyo. Señor, limpia mis venas, obturadas por tanto rencor,
odio y resentimiento. Señor, que siempre esté dispuesto a perdonar a mi hermano
cuando me ha ofendido, y a pedir perdón cuando le he ofendido.
P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y
director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo
(Brasil).
Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre
Antonio a este email: arivero@legionaries.org